
-¡Hija mía! ¿Dónde estabas? Creíamos que te había raptado algún loco -chillaba mamá besuqueándome, mientras me envolvía en sus sofisticadas fragancias-. Hueles a mar. ¿No me dirás que te has ido a la playa tú sola mientras nosotras descansábamos?.
-Esta niña está hecha una salvaje. Ya ves, la dejas tres meses con tu ex y mira lo que encuentras a la vuelta. Una verdadera salvaje -mascullaba Lucy mirándome con ojos de asco.
-He estado con una amiga -respondí. Sabía que si les contaba la verdad, toda su rabia se volvería contra “Edelmar” y era lo último que deseaba ahora que parecían haberse olvidado de ella.
-¿Una amiga? -dijo Lucy- ¿Y qué clase de amigas tienes tú en este pueblucho? ¿Eh?... Contesta niña, que no tenemos todo el día.
-Mejores que las de mi madre -respondí, sin poder evitar el desafío.
-¡Ja!... ¿Has visto Ino? -preguntó Lucy enfurecida– Y encima descarada. Tienes suerte de no ser hija mía, porque ahora mismo te daría una bofetada que te volvería la cara del revés, mocosa -terminó Lucy, marchándose del recibidor escaleras arriba con la barbilla alta y aire ofendido.
-¡Lo que le has dicho a Lucy ha estado muy mal, Clara!. No sé qué voy a hacer contigo. Ando desquiciada de los nervios por culpa del trabajo y tú no me das más que disgustos. Y ahora tendré que consolar a Lucy y dentro de unos días debo entregar los bocetos para la nueva colección. Conseguiréis volverme loca entre todos.- Gritó mamá sollozando y dejándose caer en uno de los sofás, eso sí, en una postura digna de una estrella de Hollywood. Mamá nunca hacía las cosas porque sí.
-Mamá, Papá y yo estamos bien juntos -dije conciliadora. Quería que aquello acabase de una vez y sabía que esa actitud sería la única que convencería a mi madre-. Voy a portarme bien, te lo prometo. Déjame volver con él y tú y Lucy podréis marcharos. No volveremos a coger una barca, te lo prometo.
Mamá sacó un ojo de entre los brazos y me miró.
-¿Seguro que no haréis más tonterías? ¿Os portaréis bien y no me daréis sustos inútiles? -preguntaba secándose las lágrimas por debajo de las pestañas para que no se le corriese el rímel.
-Seguro -respondí, aunque ganas me daban de decirle que no hablase en plural, porque mi padre no era ningún niño y que más valían sustos inútiles que disgustos verdaderos. Pero sabía que con mi madre la ironía no contaba. Nunca lo hubiese entendido. Puse cara de niña buena y la besé en la mejilla-. ¿Puedo meter mi ropa en la bolsa y llamar a papá para que venga a buscarme?
-Está bien -respondió, y ya subía a contarle a Lucy las ultimas novedades, cuando sonó su móvil.- ¿Si?... No te preocupes, Estephan. Esta misma tarde salimos para allá... Sí, si, los tengo casi todos listos... Un momento, cielo... -e interrumpió su conversación para gritarme: -¡Y no te olvides de doblar con cuidado la ropita que te hemos comprado esta mañana. Es lino y se arruga muchísimo!...
¡Ay! Mi madre y sus trapos...
CAPÍTULO VI EN BREVE...
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