Empezaré por mostraros una foto de Pascual y Maragall, dos pececitos que viven felices en una vieja dispensadora de abonos en Les Cases d'Alcanar. Allí es donde terminé y corregí "Palacios de Cristal".
5 de mayo de 2009
Palacios de cristal en el ciberespacio
¿Dónde estoy que no me encuentro?... ¿En las nubes, en una galaxia lejana, en el limbo?.... Pues no, parece ser que estoy en Internet. ¡Y yo sin saberlo!
Tres días antes del 23 de Abril me sentía como en una nube. ¿Por qué? Porque acababa de publicar mi primera novela y todavía no me lo podía creer. Escribir -dicen los "entendidos"-, es una tarea solitaria, triste y difícil. No os lo creáis. Eso queda para los misóginos y los que se pasan el tiempo mirándose el ombligo, o para los que aman la soledad más que a nada ni nadie en el mundo. Yo amo la soledad, pero a ratos.
Escribir es lo más fantástico que le puede pasar a alguien. Publicar, ver tu manuscrito convertido en un libro de verdad, en el escaparate de una librería, es inenarrable; pero que los lectores te llamen o te escriban y te digan que lo que inventaste un día, que esos personajes que hasta ahora sólo estaban en tu imaginación, les parecen reales... Que te hablen de ellos, que les llamen por sus nombres como si se tratase de alguien conocido, eso es algo que no se puede explicar ni con palabras ni por escrito.
"Palacios de Cristal" está enganchando y hace que me plantee "El sexo de la araña" (mi próxima novela) como un acto de muchísima responsabilidad. Total, que abandono este articulito y me pongo a la tarea.
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