14 de mayo de 2009

Historias


¿Queréis que os cuente un cuento? Se titula "Espuma de Mar" y comienza así...

"Jamás creí en los cuentos de hadas. Los que mamá me contaba antes de acostarme -todavía oliendo a perfume caro, oficina y estrés-, eran rápidos y contundentes sin añadir ni quitar una coma a lo preestablecido. Sus relatos eran precisos (junto al sofá esperaba el trabajo, en formato Dina4, dentro de su maletín de ejecutiva) y, probablemente, lo hacía siguiendo las instrucciones contenidas en algún manual para madres principiantes consumido durante mi gestación entre proyecto y proyecto, para no tener que sentirse culpable más tarde por la poca atención que suponía habría de dispensarme..."
¡Uff! ¡Se me ha hecho tardísimo! Mañana seguimos, ¿vale?...

CONTINUACIÓN:
"Papá era médico traumatólogo, profesión a la que había accedido tras cinco años de matrimonio e intensos estudios, mientras mamá trabajaba día y noche diseñando “preciosas” colecciones para niños futuristas que parecían arrancadas de las mejores novelas de Julio Verne.
Por lo visto en su estructura matrimonial no estaba prevista mi concepción, previa a unos supuestos triunfos laborales mutuos. Digamos que fui el resultado de un error de cálculo en dos seres calculadores en exceso. Pero la Naturaleza, no siempre dispuesta a ceder terreno a los absurdos proyectos humanos, erró sus elaborados planes y en ésas aparecí yo. Nací llorona y soñadora, qué se le va a hacer, y si yo no entraba en los cálculos de la pareja, esta doble faceta mía terminó por desestructurarlos. Mamá sobrellevó mis primeros dos años de vida con unas ojeras profundas y acuosas que la sacaban de quicio cada vez que se contemplaba en el espejo durante sus largas sesiones de maquillaje; aunque, más tarde, habrían de prestar a su mirada, más bien plana, una profundidad que le sentaría de maravilla. Papá me ignoraba, bien por mi aparición sorpresiva cuando se encontraba a punto de finalizar sus estudios, bien porque los mismos no le permitían desviar la vista un palmo más allá de los libros y el bocadillo con litros de coca-cola con que acompañaba sus largas concentraciones..."
¿QUERÉIS QUE SIGA?

SEGUIMOS...
"En cuanto pisé la guardería mi llanto diurno cesó. Descubrí que existían más seres diminutos como yo en el mundo. Pequeños, indefensos é incómodos. No estaba sola en mi desgracia. El primer día de curso el llanto de mis futuros colegas llenaba las aulas, desbordándose por puertas y ventanas y colapsando la estrecha calle. Ante tanta lágrima desgarradora, yo callé. ¿Para qué armar tanto alboroto donde nadie te va a oír? Callé, observé y llegué a la conclusión de que mi situación podía mejorar con el tiempo. De hecho, al tercer día, cesaron los llantos y empezamos a jugar y familiarizarnos unos con otros. Los juguetes no eran tan hermosos y abundantes como los que llenaban mi habitación, pero el hecho de compartirlos y hasta pelear por ellos con el resto de enanos desgraciados, los hacía mucho más interesantes que aquel montón de plástico bien ordenado que reposaba en las tristes estanterías hogareñas y con el que mis padres pretendían llenar mi vida de otras faltas mayores..."

Y MÁS...
"De noche, sin embargo, la potencia de mis descansados pulmones retumbaba por los pasillos y en los oídos de mi padre que, con tapones de silicona en los orificios de los mismos, se esforzaba en concentrarse en la diminuta letra de los textos médicos. Hasta que mamá empezó con sus narraciones nocturnas que, aunque jamás fueron motivo de gran interés para mí, por lo menos intentaban demostrarme que le importaba un poquitín y con eso tuve suficiente por un tiempo. Hasta que cumplí siete años.
Por aquel entonces papá era ya todo un señor doctor pluriempleado que aparecía esporádicamente en el ámbito familiar para cambiarse de ropa y dormir unas horas mientras que mamá, adorada y festejada en todas las ferias y certámenes de moda infantil, me dejaba en manos de canguros cada vez más inexpertas e ineficaces. Hasta que un buen día, mientras me encontraba rellenando de colorines unos bocetos que mamá debía presentar para la nueva colección de Primavera-Verano, y que yo le había hurtado del maletín sin que se enterase, les oí discutir..."
"No es que se tratase de un hecho inusual entre ellos, simplemente era algo que sucedía sólo muy de vez en cuando porque coincidían en casa cada vez con menor frecuencia. Ese día, sin embargo, el asunto me sorprendió por varios motivos. El primero fue el tono suave, casi susurrante, de la discusión. Ahí solté los lápices de color y agucé el oído sin éxito. No conseguía entender un ápice de sus palabras y eso me empujó a abandonar la silla y acercarme con sigilo al pasillo. El segundo motivo discordante fueron las lágrimas. Mamá lloraba en voz baja. Ella siempre lo hacía acompañándose de voceos y vajillas estrelladas contra el suelo de parquet del comedor, pero esta vez lloraba de verdad, como las heroínas de las películas, sin casi ruido y con unos gruesos lagrimones chorreantes que se detenían unos instantes en las bolsas ojerosas para descender rápidamente hasta la barbilla en un goteo incesante. Pero el tercer y más sorprendente indicio de peligrosidad fueron las palabras que pronunció antes de abandonarnos para siempre tras recoger sus bártulos y dirigir una mirada asesina a sus dibujos coloreados con tanto mimo por mí.
-Me marcho, Andrés, no puedo más. Los hombres no sois más que una panda de pretenciosos egoístas que sólo pensáis en vosotros -mascullaba, mientras recogía sus ropas y las embutía de cualquier manera en la maleta (ella siempre tan cuidadosa con sus trapos, como solía llamarlas).
–Lo siento por ti... Por los dos... -rectificó dirigiéndome una mirada lastimosa, cosa que me honró sobremanera al sentirme incluida en el paquete de abandonados y demostrarme que yo también contaba en aquella especie de curiosa familia que comenzaba a desmoronarse. –Pero ya empieza a ser hora que te ocupes de alguien más que de ti mismo. En cuanto a mí no sufras, a partir de ahora mismo empezaré a vivir. Y por si te asalta alguna duda al respecto, no hay otro hombre en mi vida desde que he descubierto que prefiero dormir abrazada a una mujer... Adiós, Andrés-. Y depositando un húmedo y perfumado beso en mi estupefacta mejilla derecha, se marchó dando un sonoro portazo..."

Y SEGUIMOS
"Jamás creí en los cuentos de hadas hasta el verano del 97 cuando papá decidió, tras la humillación por el abandono, alquilar una casa en la playa donde refugiarnos y llorar la pérdida como dos náufragos a la deriva.

Yo, sin embargo, considerando que había derramado ya suficientes lágrimas durante mis primeros años de existencia, decidí disfrutar de aquellas primeras vacaciones de verdad, cerca del mar y con un padre para mí sola.

Para otra niña que no fuese yo; habituada a la soledad y los largos silencios, los doscientos kilómetros que nos separaban de nuestro destino podrían haber representado un recorrido tedioso e interminable, más teniendo en cuenta que tardamos cerca de cinco horas en salvar una distancia que, en otras fechas y con el pié de mi padre clavado en la palanca del gas, hubiese quedado reducida a una hora y media. Pero a mí no me iban arruinar tampoco las vacaciones las enormes caravanas de coches amontonados en la autopista aquel día primero de Agosto. Así que maté el trayecto hojeando cómics, jugando con la Nintendo y dormitando a ratos.
De vez en cuando, el destello fulgurante del mar se vislumbraba a lo lejos y yo interrumpía mis quehaceres para contemplarlo y descansar la vista. Papá, a quien nunca se le había dado bien la conversación y menos con una niña de siete años, es decir yo, iba colocando CDS como un poseso que extraía de un montón que traía en la guantera del coche. A mí el sonido de algunos de ellos me molestaba un tanto, pero, por nada del mundo, se me hubiese ocurrido abstraerle de su música. Todavía no había suficiente química entre nosotros para tales muestras de confianza.

Con los primeros acordes del réquiem de Mozart llegamos al pueblo, y la casa nos recibió con las notas finales. Parecía una premonición. Mi progenitor había localizado la vivienda a través de Internet y lo que, en la fotografía, lucía como una residencia esplendorosa rodeada de jardín exuberante, resultó ser una modesta construcción de una sola planta envuelta en matojos resecos y árboles mal podados. La fruta de estos últimos yacía despanzurrada por el suelo, envuelta en nubes de moscas zumbadoras que se pegaron a nosotros en cuanto abandonamos el seguro refugio de nuestro vehículo..." CONTINUARÁ

Librerías


¡NO!... ¡Horror!... ¡"Palacios de Cristal" no se encuentra en este maravilloso templo de libros en que convirtieron una iglesia del S.XII en Maastrich!... Paciencia, de momento todavía se puede encontrar en:

Barcelona
Jaimes 93 215 36 13
Laie 93 302 73 10
La Central 93 317 02 93
Paloma
La Negra 93 295 59 22
Catalònia 93 481 33 10
Hernández 93 203 36 72
Girona
Llibreria 22, 972 21 23
Lleida
Caselles 973 24 23 46
Tarragona, Cases d'Alcanar
Mª Cinta
Madrid:
Librería Antonio Machado 91 319 67 07
La Central 91 787 87 82
Granada
Babel 958 29 46 32
Sant Cugat del Vallès
Paideia 93 674 03 14
Alexandria 93 675 32 01
Mythos 93 589 86 17
Paperot
Vic
Llibreria La Tralla 93 885 32 28
Santa Perpetua de Mogoda
Papereria Rambla 93 560 1858
Tuixent
Herbes del Cadí 973 37 00 34
Vilassar de Mar
Index 93 759 08 33

Y, quién sabe si un día...

Biografía de Rosa

Desde muy niña, su gran afición a la lectura y al cine, unidos a una imaginación desbordada, la convierten en una fanática de la imagen y la lengua escrita. Sentada en la vieja mecedora de la abuela y arropada por la luz rojiza de los calurosos atardeceres de los años sesenta, inventa historias que años más tarde plasmará en papel. A los cuarenta y cinco años, cuando gran cantidad de mujeres decide dedicar parte de su tiempo al deporte y el culto al cuerpo, ella se inclina por la escritura y el cine. Tras varios años asistiendo a talleres de escritura creativa; un anuncio en prensa la lleva a matricularse en la Fundación Taller de Guionistas. A partir de ese momento experimenta la sensación de que todo aquello que hasta ahora le parecía irreal puede dejar de serlo si se lo propone, y recupera escritos, esbozos, ideas y anotaciones que ha ido reuniendo a lo largo de su vida. En 2003 obtiene el 2º premio de Relat Breu de Sant Joan de Mirasol. Desde el 2005 forma parte del jurado del certamen de Poesía y Relato Breve de Santa Perpetua de Mogoda. Ha participado en la creación y desarrollo de varios cortos, uno de ellos finalista en el Festival de Sitges 2008. Palacios de Cristal es su primera obra literaria publicada.

12 de mayo de 2009

Recuerdos...


Hay días en los que sientes que debes abrir una puerta ante la que siempre te habías detenido, por lo emocional que pudiera resultar. El miércoles, 7 de Mayo, lo hice. Me armé de valor y crucé la verja del IES Vall d'Hebró (que para mi familia y para mí siempre será l'Orfelinat Ribas), y mis piés recorrieron los mismos senderos que utilizó mi padre, con cuatro años de edad y hasta los dieciocho, al ser abandonado por su familia. Casi podía escuchar el rumor de sus pasos -esos que él jamás se ha atrevido a repetir pero que no ha olvidado, a pesar de su enfermedad- y los de sus compañeros, asustados, cabizbajos, con los corazones oprimidos, hambrientos de alimento, amor y justicia. ¡Por tí, Juanito!