Ella rió abiertamente sin emitir ningún sonido, tomó una gran bocanada de aire y lentamente, como si le costase un gran esfuerzo, acercó su boca a mi oído y susurró con una voz extraña, profunda y oscura:
-Los cuentos son el único motivo por el que vale la pena emitir sonidos.
-Pues a mí no me gustan. Prefiero los cómics.
“Edelmar” arrugó la nariz en un cómico gesto y volvió a sonreír. Llenó sus pulmones de aire, nuevamente, y dijo:
-Si quieres podemos leer estos entre las dos. Te gustarán, estoy segura. Puedes venir siempre que quieras. Yo estaré aquí.
-Bueno, se lo diré a papá. Y ahora tengo que marcharme, seguro que ya me estarán buscando. Adiós.
Ella no respondió, devolviéndome el saludo con la mano. Al salir casi choqué con él, que entraba con rostro preocupado.
-¿Se puede saber dónde te habías metido? Hace un buen rato que te busco.
-Estaba aquí.
-Eso ya lo veo. Oye, dejémonos de conversaciones sin sentido. Otro día me avisas cuando pienses marcharte, ¿vale?
-Vale.
No sabía por qué, pero no tenía ganas de contarle a mi padre la novedad que acababa de descubrir. Aunque “Edelmar” no me hubiese pedido que guardase en secreto lo de su voz, de alguna manera me parecía una traición contárselo a alguien, a pesar de que ese alguien fuese un padre recién adquirido. Preferí mantenerme en silencio.
Una vez descargada la compra, papá y yo hinchamos la barquita y nos fuimos a la playa mientras Jacinta, siempre canturreando, se dedicaba a preparar comidas y cenas como una posesa.
CAPÍTULO IV EN LA PRÓXIMA ENTREGA...
6 de julio de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)