9 de junio de 2009

ESPUMA DE MAR CAPÍTULO II

CONTINUACIÓN
"...Había permanecido todo el tiempo allí, en silencio, observándonos desde el rincón más oscuro de la tienda, sentada en una mecedora que todavía balanceaba mientras ella se acercaba lentamente hacia nosotros con paso ondulante. Era una mujer alta, casi tanto como mi padre; que se había hecho traer un modelo especial de inodoro de Francia, de pié más alto que los nacionales, porque decía que se le cortaba la circulación de las piernas cuando permanecía sentado más de la cuenta en el baño. El cabello, larguísimo y rizado tenía un color indefinido entre el azul turquesa y el verde mar, aunque con mechones rojizos entremezclados y le caía abundante y espeso hasta las rodillas. Vestía una larga túnica blanca, flotante, con anchas mangas hasta las muñecas, de donde emergían unas manos largas, terminadas en delicados dedos que asieron el bañador que mi padre sostenía embobado, a la vez que le invitaba con un suave movimiento de cabeza a seguirle hacia una cortina, detrás de la cual, se hallaba el probador.

Ella regresó hasta donde yo me encontraba, dedicándome una sonrisa de las que a mí me gustaban, ancha, sincera, afectuosa. Me acarició el pelo con suavidad, peinándolo hacia atrás con sus finos dedos, no revolviéndolo como hacía el resto de la humanidad, que lo mismo les daba acariciar a los niños que a los perros y ya parecía que iba a hablar, cuando apareció mi padre diciendo que se quedaba con el bañador. Ella asintió suavemente inclinando la cabeza, tomó el dinero y siguió sonriendo, hasta que decidimos marcharnos, pues el silencio comenzaba a ser tenso y a nosotros no se nos ocurría nada más que comprar.

El sol y el calor nos golpearon con fuerza al salir y eso nos hizo despertar y recordar el objetivo del día. El mar, la playa, las vacaciones en una palabra.

Me pasé toda la mañana en el agua, chapoteando, salpicando a papá y poniéndome impertinente y pesada como suelen ser los niños recién separados. Pero a él no parecía importarle. Estaba como ausente, todavía traumatizado por la visión de la magnífica mujer de la tienda. Aprovechando la circunstancia me atiborré de patatas fritas, coca-cola y helados en un chiringuito que había instalado en un extremo de la playa y en el que recalamos al mediodía para reponer fuerzas"... CONTINUARÁ

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