
-¡Bien, bien, bien!- Saltaba dentro de la balsa. -¡Bien, bien, bien! -gritaba mientras corría entre los árboles– ¡Bien, bien, bi...
-Pero niña, ¿a qué viene tanto alboroto? ¿Es que no va a poder uno descansar ni estando de vacaciones? -exclamó mi padre, apareciendo con el pelo revuelto y cara de sueño.
-¡Te quiero papaíto! -le dije, abrazada a su cintura, mientras le besuqueaba el ombligo.
-¡Uy, uy! No te pongas melosa y, sobretodo, no me llames papaíto, ni papito, ni ninguna de esas tonterías almibaradas, si no quieres acabar pareciendo un personaje de dibujos animados.Venga, vístete, mientras me doy una ducha y nos vamos al pueblo. Porque habrá que comprar comida para estos días, digo yo. Ah, y algún libro, que con las prisas, no me traje ninguno.
-Pero, papá, si traías un montón en la maleta...
-Esos no cuentan. Son de trabajo. Y no me fiscalices las cosas o acabarás pareciéndote a tu madre, y sólo me faltaría eso -se alejó refunfuñando camino del baño.
En la pescadería estaban descargando montones de cajas húmedas y relucientes, todavía oliendo a mar, así que tuvimos que esperar. Como el calor apretaba, a pesar de que ya eran las siete de la tarde, enfilamos calle arriba, para hacer tiempo, en dirección a la tienda de bañadores donde papá dijo haber visto unos libros que le interesaban. Antes de entrar, leyó en voz alta el rótulo que lucía en lo alto de la puerta, escrito en grandes letras blancas sobre un fondo de madera oscura.
-E. Del Mar. “Edelmar”, bonito nombre -dijo, uniendo las letras y, sin acordarse de que yo iba tras él como la cola de una cometa, me cerró la puerta en las narices. Abrí con dificultad, pues era una puerta maciza y pesada y me colé en la oscuridad y el frescor de nevera que parecía mantener siempre el establecimiento, aunque no hubiese aparato de aire acondicionado por parte alguna..."
CONTINUARÁ... O NO... TODO DEPENDE DE VOSOTROS...
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